Todos hemos escuchado cuando tenemos un proyecto entre manos, alguna dificultad o algo que nos afecta, que tenemos que ser positivos, ver las cosas desde otra perspectiva o visualizar el éxito o la felicidad.
Hay que ser y pensar siempre en positivo. Hay que ser siempre feliz y estar siempre alegre.
Pero ¿qué pasa si no somos capaces en un momento determinado? ¿Qué pasa si no me sale estar feliz o pensar positivo?
Desde esta visión, si no visualizo, si no pienso que todo irá bien, no atraeré lo que quiero a mi vida o no me saldrán bien las cosas, como si de magia se tratara. Si no eres positivo atente a las consecuencias.
La positividad entendida así puede ser una motivación, un motor para conseguir nuestros propósitos. Pero positividad y éxito no establecen entre sí una relación causa-efecto. Hay muchos más factores implicados en esta ecuación.
Ya podéis imaginar el final de esta historia si no conseguimos lo que queremos, si fracasamos… frustración, culpabilidad, etc. No habré sido lo suficientemente positivo/a.
Estamos viviendo una positividad mal entendida.

Es importante que comprendamos que no existen emociones negativas o positivas.
Todos hemos experimentado pérdidas, miedos, dolor y hemos sentido tristeza, rabia, ira, asco… estas emociones son necesarias para darnos cuenta de que pasa algo. Como el dolor físico o la fiebre nos avisan de que algo no anda bien en nuestro interior, de que algo nos remueve y tenemos que poner cartas en el asunto. Podemos aprender de ellas si nos dejamos sentirlas y no las reprimimos.
Principalmente podemos hacernos tolerantes a la frustración. Vivir en el mundo real, donde ocurren cosas que quizás no deseamos y no las merezcamos, pero ocurren. Podemos hacernos resilientes. Si aprendemos de nuestras emociones. Si aprendemos de lo que sentimos.
Pero debemos tener cuidado también con la comodidad de la negatividad, de quedarnos anclados en la queja constante sin aprendizaje, sin intento de superación.
La felicidad no es constante, no está presente siempre, tenemos altos y bajos. Nada es blanco o negro, ni todo es malo ni todo es bueno. La aceptación es la clave. Aceptar que a veces la vida es injusta pero se puede seguir adelante.
No hay métodos fáciles para llegar a la positividad verdadera. A veces supone un cambio profundo como la terapia o la constancia de la meditación. Y no llega de un día para otro. Se trata de un camino.
María del Amor Garcés Santamaría.
Psique Sana. Centro de Psicología y Crecimiento Personal
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